Fatalismo ruso

En el primer capítulo de Ecce homo, en el que explica ‘Por qué soy tan sabio’, Nietzsche alude a su “larga enfermedad”, cuyos síntomas lo obligaron a abandonar la enseñanza universitaria en Basilea en 1879. Dentro de una debilidad extrema, de una falta de energía y una vulnerabilidad alarmantes, lo que se impone es algo a lo que él llama ‘fatalismo ruso’, actitud en virtud de la cual “un soldado ruso a quien la campaña le resulta demasiado dura acaba por tenderse en la nieve. No aceptar ya absolutamente nada, no tomar nada, no acoger nada dentro de sí; no reaccionar ya en absoluto...”. Este ‘no aceptar absolutamente nada’ podemos entenderlo como ‘aceptarlo absolutamente todo’, dejar de tener en cuenta nada que no sea absolutamente lo que hay, lo que hay en ese mismo momento. El soldado, que está siendo acosado y derrotado por el cansancio y la debilidad, por el enemigo y el frío, que está siendo desbordado por una doble contrariedad, externa e interna, se tiende en la nieve y asume lo que está pasando; ya no hace nada, en efecto, no se mueve, no reacciona, no se resiste, pero tampoco se deja llevar por la desesperación, y en esa actitud deja que el sufrimiento lo recorra, el sufrimiento pasa a través de él una y otra vez, hasta que quizá llega un momento en que deja de pasar, si es que no es eterno (y todo indica que no lo es).

En ese contexto se deja ver el carácter contraindicado del ‘resentimiento’, que es algo que va contra la higiene mental. Esto es evidente. Necesidad de la falta de resentimiento con el carácter más radical posible. Lo cual se lleva a cabo, más que en un abrirse al presunto objeto del sentimiento en cuestión (lo que nos conduciría a una imposible actitud evangélica), por medio de un no cerrarse, es decir, de un sencillo desprenderse de la actitud no indiferente hacia cualquier objeto externo que esté actuando como estímulo negativo; tender, en la relación con el estímulo negativo, hacia el ‘fatalismo ruso’. Si ante cualquier elemento que produce estímulos negativos se adopta una actitud activamente negativa, esta actitud asegura la vigencia de la negatividad. La actitud tiene que ser positiva, pero no positivamente activa hacia el objeto en cuestión, sino positivamente activa hacia uno mismo, lo que significa que en la relación con el objeto en cuestión, que ante todo es una relación mental, lo que debe prevalecer es una aceptación hecha de indiferencia. El resentimiento es contraproducente, porque en vez de librar de la negatividad obliga a tener presente al objeto que la produce; se puede decir que prorroga, extiende, prolonga la acción negativa del objeto en cuestión, agrava sus efectos perversos y hace más perniciosa su influencia.

Comentarios