La transformación

Una constante en La transformación es la oscuridad del sufrimiento de Gregor, el protagonista de la historia. El sufrimiento oficial es el de la familia, mientras que el oscuro suplicio de Gregor es un sufrimiento invisible, no comprendido ni reconocido, ya que Gregor no es como sus familiares, y ellos no pueden verlo como alguien digno de equipararse a ellos en la categoría del sufrimiento. Si el sufrimiento es una carga, esa carga la lleva la familia, al tener que soportar a Gregor, mientras que este no lleva ninguna carga, sino que es la carga.

Esta es la situación que plantea la nueva relación entre Gregor y su familia; alguien que está creando problemas y aquellos que están padeciendo esos problemas. Gregor es ahora un ‘bicho monstruoso’, tal como es calificado al principio de la narración, una criatura extraña, una anomalía viviente, alguien que sufre un fenómeno que lo pone completamente al margen de la vida normal. Y ellos, personas normales, no son capaces de verlo como al hijo o al hermano que era, y que sigue siendo, y ni siquiera como a un ser humano, con inteligencia, sentimientos y sensibilidad, lo que les permitiría acceder a la perspectiva desde la cual el bicho monstruoso sería un ser que estaría padeciendo un trastorno en su vida más grande que el suyo, trastorno que comporta un sufrimiento mucho mayor que el que ellos experimentan. Mientras que ellos no pueden ponerse en el lugar de Gregor, este sí que puede acceder a la perspectiva que le permite comprender el sufrimiento de su familia, y se puede compadecer de ellos. Son dimensiones de la existencia distintas; distintos niveles de experiencia.

‘Bicho monstruoso’ es la traducción aproximada del ungeheueren Ungeziefer’ del texto original. Mientras que ‘ungeheueren’ posee la acepción de ‘monstruoso’ que le aplican la mayoría de los traductores, ‘Ungeziefer’ es un término más controvertido, que ha dado pie a diversas elecciones. En general, esta palabra, según la define el portal DWDS, de la Academia de Ciencias de Berlín-Brandeburgo, designa “ciertos animales dañinos y parásitos, especialmente insectos o ciertos roedores”. Hay que tener muy presente ese matiz de parásito, que en el término español se diluye. Es una palabra, tal como se averigua en la Carta al padre, que pertenecía al vocabulario del padre de Kafka, el cual se la había aplicado al actor Jizchak Löwy. Kafka trabó amistad con Löwy en los últimos meses de 1911, cuando la compañía de teatro yiddish a la que pertenecía el actor llegó a Praga. Las páginas del Diario correspondientes a los meses de octubre y noviembre de aquel año están ocupadas en su mayor parte por Löwy y los actores de la compañía, entre los que destaca la señora Tschissik, casada y con dos hijos, que causó en el joven Kafka, que por entonces tenía veintiocho años, mientras que la señora Tschissik tenía treinta, una especie de fascinación. Pues bien, esto es lo que escribe Kafka en la Carta al padre: “Sin conocerlo, lo comparaste de un modo terrible, que ya he olvidado [que evidentemente no ha olvidado], con un bicho [Ungeziefer]...”. Pero luego, al final de la carta, el término ‘Ungeziefer’ vuelve a aparecer, ahora de manera mucho más significativa, ya que el propio Kafka se aplica el término a sí mismo, adoptando el punto de vista de su padre. Tras una larga sucesión de acusaciones, culpas y agravios, Kafka le concede la palabra a su padre, y este le dice: “Tienes metida en la cabeza la intención de vivir totalmente de mí. Admito que estamos luchando el uno contra el otro, pero hay dos maneras de luchar. La lucha caballeresca, en la que miden sus fuerzas dos adversarios independientes, y cada cual se sostiene por sí mismo, pierde por sí mismo, gana por sí mismo. Y la lucha del bicho [des Ungeziefers] que no solo pica, sino que también chupa la sangre para sobrevivir. Este es el auténtico mercenario, y este eres tú...”. En esta ocasión, y también en el caso de Löwy, el término ‘Ungeziefer’ muy bien podría ser traducido como ‘parásito’, tal como de hecho ocurre en alguna traducción al español. Kafka no es un Ungeziefer, pero cuando se mira con los ojos del padre se ve así. Y esta perspectiva que tan claramente expuesta vemos en la Carta al padre es la misma a través de la cual, en la narración escrita poco después de la época en que Kafka trabó amistad con Löwy, siete años antes de que llegara a escribir la Carta al padre, Gregor Samsa se despierta una mañana convertido en un ungeheueren Ungeziefer’. Un monstruoso parásito, aun cuando trabaja duramente como viajante, y con lo que gana está pagando una deuda contraída precisamente por su padre. Del mismo modo, Kafka era doctor en Derecho, trabajaba en la compañía de seguros más importante de Praga, donde tenía un alto cargo, y además se había visto obligado a tomar parte en una empresa familiar, una fábrica de amianto, fundada por el marido de una de sus hermanas, que fue para él una constante fuente de tormentos. El padre de Kafka tenía una tienda de artículos de fantasía, cuyo amplio local se encontraba en la planta baja del palacio Goltz-Kinsky, en la Staromestské-Námestí, la Plaza de la Ciudad Vieja de Praga. En una tienda similar, grande y bien surtida, con un “jefe” y unos cuantos empleados, hay que pensar para tener una referencia del sitio donde trabaja Gregor como viajante. A este hombre, el padre de Kafka, le habría gustado que su hijo se abriera paso en el mundo de los negocios, y con esa idea lo empujó a integrarse en el negocio de la fábrica de amianto, adonde Kafka se veía obligado a acudir, como una obligación añadida a su trabajo en la compañía de seguros, lo que le quitaba el tiempo que necesitaba para escribir. Esta circunstancia trastornó su existencia hasta el punto de llevarlo a pensar en el suicidio. “Anteayer me hicieron reproches a causa de la fábrica. Luego, una hora en el canapé reflexionando sobre tirarse-por-la-ventana”, escribe en su diario el 8 de marzo de 1912. Porque para él escribir no era cualquier cosa, era algo decisivo, una cuestión de vida o muerte.

Este 1912 es el año en el que hay que fijarse, porque es aquel en que escribe La transformación. Esos graves problemas que le creaba la fábrica comportan un sentimiento de opresión a causa de las imposiciones de su familia, y como resultado de ello, mezclado con el de opresión, un sentimiento de hostilidad. Esto se refleja claramente en una carta que le escribe a Max Brod en la noche del 7 al 8 de octubre de ese año. Su cuñado, el marido de su hermana Elli, que es el responsable de la empresa, está de viaje, y su familia lo presiona para que acuda todos los días a supervisar el trabajo y la administración en la fábrica. Esto le roba el tiempo para escribir (en esos momentos está trabajando en su primera novela, El desaparecido), y le crea una angustia que le hace volver a pensar en una solución drástica. Es una contrariedad que desencadena una inmensa amargura, agravada por el hecho de que su hermana menor, Ottla, se ha puesto de parte de los demás miembros de la familia, y por lo tanto en contra de él. Esto resulta especialmente doloroso, porque Otta era, y siguió siendo, aquella de sus hermanas con la que Kafka tenía una relación de mayor confianza y complicidad. Ottla es sin duda la referencia para la hermana de Gregor. De modo que en esa carta a Brod, Kafka expone la encrucijada en que se encuentra, solo ve ante sí “dos opciones, o bien saltar por la ventana después de que todos se vayan a dormir, o ir todos los días a la fábrica y a la oficina de mi cuñado”. Sin embargo, no se ha decidido a saltar. Ha preferido escribirle la carta a Brod, redactada en plena noche, en el corazón de esa angustia y esa amargura. Pero luego, por la mañana, añade una posdata, en la que, refiriéndose a su familia, apunta: “Los odio a todos, uno por uno, y creo que difícilmente seré capaz de encontrar las palabras para saludarlos en estos catorce días”. Es decir, los catorce días en que no va a tener más remedio que ir a la fábrica.

En La transformación, Gregor, aislado en su cuarto, también por la noche, contempla melancólicamente el mundo exterior desde la ventana, recordando “la liberación que en otros tiempos experimentaba al mirar por ella”. Es la misma ventana por la que Kafka sentía deseos de tirarse al vacío. Y es fácil comprender lo que en este contexto significa la palabra ‘liberación’...

(extracto de los Apuntes sobre La transformación que siguen al texto de la obra en la edición de Waldtier, La condena / La transformación, traducción de Juan José Q. Soubriet, 1 de julio de 2023)

 




 

Comentarios